Keith Gardner y José Luis Lorenzo
En un momento en que los gobiernos de todo el mundo tratan de dirigir sus economías hacia la recuperación tras la peor recesión que se recuerda, la inversión en infraestructuras ocupa un lugar destacado en la agenda de muchos. Se prevé que en los próximos años se dispare un número significativo de proyectos de construcción, como ferrocarriles, carreteras, puentes y otros proyectos de urbanización de terrenos. Aunque se espera que esto genere el estímulo necesario para impulsar el crecimiento económico, existe el riesgo de que los proyectos de este tipo provoquen daños medioambientales no intencionados. El sector de la construcción es uno de los que más reclamaciones medioambientales registra, y las que están relacionadas con los grandes proyectos de infraestructuras son cada vez más complejas y costosas de resolver. Teniendo en cuenta que, además, la normativa en materia de daños medioambientales y su aplicación son cada vez más rigurosas, los contratistas deben actuar con prudencia.
Conocer los riesgos
Los riesgos pueden presentarse por la alteración de los contaminantes que ya están presentes en una obra, o por la introducción de otros nuevos debido a fugas, accidentes u otros errores, o por una combinación de ambos. También se han observado pérdidas derivadas del transporte y la eliminación de residuos de la construcción. Una primera medida importante para ayudar a gestionar el posible riesgo es realizar un informe exhaustivo de evaluación medioambiental antes de que comience el proyecto para conocer el estado de la zona en la que se va a construir. Normalmente, estos informes son obligatorios cuando se trata de proyectos de infraestructuras de gran envergadura, los cuales suelen estar muy regulados. Identificarán si un lugar ya está contaminado y los productos químicos o contaminantes que deben permanecer en la zona o eliminarse de forma segura en otro lugar.
Sin embargo, dependiendo del tipo y tamaño del proyecto, los riesgos pueden ser muy diversos y difíciles de evaluar. Por ejemplo, una línea ferroviaria recorre una gran distancia y puede pasar por diferentes tipos de terreno. Por ello, se presentan distintos tipos de riesgos. La flora y la fauna pueden cambiar con el paisaje, así como la presencia de especies en peligro de extinción y grupos de animales que deben ser protegidos.
Cabe destacar que un informe de evaluación de riesgos no identificará los futuros contaminantes. Así, por ejemplo, el desarrollo de un aeropuerto obligó a extraer una cantidad importante de suelo contaminado. Esto planteaba dos problemas: a dónde trasladarlo y cómo rellenar el hueco que había quedado. Una vez resuelto el primero, se abordó el segundo adquiriendo una gran cantidad de tierra importada, que procedía de un país con controles medioambientales relativamente laxos, para sustituir la que se había retirado. Sin embargo, se descubrió que la nueva tierra estaba contaminada, lo que supuso un nuevo problema que había que resolver y un importante coste adicional.
También deben establecerse protocolos para mitigar los incendios, otro gran riesgo en el sector de la construcción. Los incendios pueden dar lugar a un siniestro medioambiental y hemos visto siniestros en los que la escorrentía de las aguas de extinción de incendios ha provocado un vertido contaminante, afectando tanto a la zona donde se desarrollaban los trabajos de construcción como a los terrenos colindantes. El resultado de estos vertidos es que se han producido pérdidas de terceros y también requerimientos legales de limpieza por parte del organismo regulador, que no estarían cubiertos por las pólizas de seguro tradicionales.
La importancia del conocimiento local
Hay que tener en cuenta los aspectos normativos de los proyectos de infraestructuras, ya que pueden variar considerablemente según su ubicación. En Europa, por ejemplo, existen normas bastante estrictas que regulan la respuesta a los daños medioambientales, que obligan no solo a limpiar la contaminación sino a recuperar la zona en la que se ha producido el suceso, un proceso que, por normal general, es largo y costoso.
Sin embargo, en Asia-Pacífico, una región que comprende 17 países, la situación es más compleja. Países como Australia y Nueva Zelanda han desarrollado marcos normativos muy perfeccionados, pero en otros lugares los requisitos de los contratistas para mitigar los posibles riesgos medioambientales, así como las consecuencias de su incumplimiento, son mucho menos claros. Es fundamental conocer a fondo la normativa local.
La importancia del conocimiento local se hace extensible a la contratación de seguros. Cada vez son más las grandes empresas constructoras internacionales que participan en proyectos de infraestructuras en el extranjero, en mercados emergentes. Es sumamente conveniente que suscriban una póliza de seguro local que se integre en un programa multinacional. Poder recurrir a suscriptores con la experiencia, el conocimiento y la visión necesarios del mercado local es crucial para garantizar una comprensión completa del entorno de riesgo, así como para determinar cuáles podrían ser las condiciones y los límites adecuados. Igualmente, si hay un siniestro, saber tramitarlo en el idioma local agilizará mucho su resolución.
Un panorama cambiante
La conciencia medioambiental está creciendo rápidamente. A medida que aumenta la concienciación ciudadana sobre los problemas medioambientales, el consumidor de seguros presta mayor atención a la protección del medio ambiente y busca una mejor comprensión de los detalles de las pólizas.
Se trata de una evolución positiva, ya que el panorama normativo en constante cambio, así como el aumento del coste de la limpieza y la restauración, han dado lugar a una tendencia de reclamaciones cada vez más complejas por las actividades de los contratistas en los últimos años. La demanda de seguros ha aumentado, ya que los inversores que financian los proyectos suelen requerir la contratación de una póliza. En una tendencia que ha surgido en los últimos tres o cuatro años, los contratistas más grandes han tenido que asumir las pérdidas causadas por las actividades de sus subcontratistas; por lo que muchos han pasado a proteger sus propias pólizas de seguro, los aumentos de las primas y la cobertura. En consecuencia, ahora exigen a los subcontratistas más pequeños que cuenten con una póliza de seguro adecuada. Los propietarios de los proyectos estudiarán detenidamente cualquier reclamación y analizarán cómo se puede pasar a la siguiente fase de la cadena.
Si bien los compradores conocen mejor las coberturas que buscan, aún queda mucho por hacer para que los corredores y los clientes conozcan el alcance de los riesgos medioambientales. Además, no siempre conocen con detalle la oferta de productos de seguros disponibles, mucho más sofisticados que los de hace cinco o diez años. Por ejemplo, a medida que los organismos gubernamentales se toman más en serio las cuestiones medioambientales y presionan a las empresas de construcción para que actúen, los asegurados pueden tener la tranquilidad de que sus pólizas de seguro se ajustan a cualquier modificación de la legislación, garantizando la continuidad de la cobertura.
Las empresas de construcción y sus contratistas tienen la obligación de asumir los riesgos medioambientales. Tienen que asegurarse de que cuentan con los protocolos y normas adecuados y de que se comunican mejor con sus aseguradoras y organismos reguladores sobre lo que están haciendo. Equivocarse e incumplir la legislación puede conllevar graves consecuencias. Los organismos reguladores son cada vez más activos y, cuando exigen a un causante de un daño medioambiental, que repare el daño, lo hacen con un alto nivel de exigencia, lo que aumenta la gravedad de los costes de los siniestros. La responsabilidad de proteger el medio ambiente no hará más que intensificarse.